El destino colectivo: Eneas.
Profundización
Impartido por: Dra. D.ª María del Val Gago Saldaña
Eneas, hijo de Afrodita y Anquises, sobrevivió a la guerra y caída de Troya, escapando con su padre a hombros y su hijo de la mano a fundar una nueva ciudad y una nueva dinastía troyana. Este será su destino.
Bajo la guía de los dioses, enfrenta numerosos desafíos y peligros. El pius Aeneas asumirá tal responsabilidad y en virtud de ella renunciará a Dido, reina de Cartago, lo que a su vez explicará la futura rivalidad entre tirios y troyanos/romanos.
Eneas persevera y, después de una larga travesía, llegará a Italia, donde se establecerá y se convertirá en el ancestro legendario de Roma.
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Eneas, Príncipe troyano, hijo de Anquises y de Afrodita (Venus). Su destino no estaba ligado a Troya, a pesar de casarse con Creusa, hija de Príamo y Hécuba, reyes de Troya. Eneas lleva linaje divino, pero era muy complejo que reinara en Troya junto a su mujer. Afrodita tenía para su hijo la misión de fundar una nueva Troya, arquetipo de la futura Roma, bajo la voluntad de Zeus (Júpiter). La Eneida relata el peregrinaje de Eneas a través del Mediterráneo y las dificultades que la enemistad de Juno (Hera) pone en el camino del héroe.
En efecto, Eneas posee un rango de héroe clásico, de linaje divino, con unas características muy afines al héroe tradicional. Para Platón (Leyes, IV, 716), el hombre que posee templanza interior, y control de sí mismo, es “amigo del dios”. Dioses y héroes fraguan un nuevo Orden, un mismo Destino. Aunque en el Olimpo Hera y Afrodita se enfrentan, Zeus se niega a favorecer a un bando u a otro cuando se da el decisivo combate entre Eneas y Turno que también pretendía la mano de Lavinia, hija de Latino, rey del Lacio. Turno cae en el combate final y Eneas reinará sobre un pueblo en el que se funden armónicamente las virtudes de los latinos y las de los troyanos.
Eneas, tras la caída de Troya, desconoce cuál es su lugar en este mundo. Su madre jamás le desvela su cometido como guerrero, pero sí que siente la llamada de que algo muy grande se está forjando dentro de él, porque es conocedor de su linaje divino.
Así que Eneas propone cambiar de vida, sin perder sus más auténticas raíces y sacro origen, pues de carecer de estos valores su objetivo final no tendría sentido y sería algo quimérico y fatalista. El guerrero guarda con mucho sigilo la memoria (Mnemósine, una de las fuerzas del mundo antiguo y fundamentales del origen del cosmos) como principal fortaleza, a pesar de que Troya ha sido conquistada, arrasada y aniquilada. Eneas trata de no olvidar quién es y se queda observando desde arriba, entre los escombros de su amada patria, sin pasado y sin futuro. Sin embargo, lo único a lo que se aferra es a la única realidad posible: el presente y sus orígenes. De aquí se entienda que el héroe convierta sus infortunios o lo de su patria en un diamante por pulir y cada abismo de oscuridad, en un nuevo foco de luz. El héroe debe seguir brillando portando la llama de su patria a su destino final. Troya no es el punto final, debió pensar un desalentado Eneas sobre las cenizas de la malograda Troya. Troya arde, pero Eneas atraviesa la noche de los miedos y la mala traición, ningún temor le asusta, ni siquiera las almas de sus compañeros caídos en combate, que pululan como fruta seca por el Hades, le conmueve porque sabe que la fuerza inconcebible del universo le sostiene. Ni las muertes ni las persecuciones a los troyanos por parte de los aqueos pueden hacer nada para frenar a Eneas, porque el héroe toma consciencia y fuerza vital para llevar a cabo su propia odisea. Eneas conoció la mayor derrota de su vida, pero no se detuvo. Eneas comienza así a bailar con el universo. Tras huir de Troya, el héroe avanza hacia todas las dimensiones interiores, rompiendo las barreras físicas y mentales, hasta llegar a descubrir su objetivo, el triunfo de la eternidad.
Eneas pierde una batalla, pierde una guerra, pero el héroe jamás va a permitir aniquilar la integridad sagrada de su ser, sino que va a elevarla a lo más alto. Igualmente, Eneas no va a romper con su estirpe porque conoce perfectamente su linaje divino que lo considera mucho más valioso que un momento puntual histórico como fue la caída de Troya.
Memoria, vida, renacimiento, dioses y cosmos son las conquistas mistéricas contra el olvido, la muerte, lo finito y temporal que pertenecen a este mundo de apariencias. Al recuperar la memoria del pasado, el hombre se identifica con la divinidad. La memoria es el basamento de la sabiduría como el árbol con sus raíces, los frutos (futuro) serán su alimento.
Esto nos lleva a recordar un pasaje en concreto de la Odisea. Cuando Ulises y sus compañeros viajan al país de los lotófagos, donde sus habitantes comen loto (una planta con unas propiedades que te hacen olvidarlo todo)y no saben quiénes son, de dónde vienen, cuál son sus propósitos en esta vida, en fin, perdieron la existencia de sus vidas, dejaron de vivir como hombres y sus conciencias se evaporaron como el humo. Los compañeros de Ulises comieron de la planta y ya no desearon volver a su patria, ni tener proyectos ni ilusiones, ni ataduras, olvidaron su pasado y fueron presa de una vida engañosa y sin sentido. Ulises, al no probar el loto, es el único que está despierto y con conciencia y empieza a zarandear a sus compañeros para que salgan de la isla del olvido zarpando de nuevo en sus cóncavas naves, remando hacia el futuro.
No es de extrañarnos que, en el largo periplo de Ulises y su tripulación, en cada momento, la amenaza del olvido está presente, el desinterés de reencontrarse con su estirpe o la apatía de volver a su patria son las grandes batallas con las que tiene que lidiar Ulises para no perder su identidad. Digamos que el deseo de volver es el trasfondo del periplo de Ulises y sus compañeros. Volver a sus orígenes es estar en el mundo, es sentir la luz de la aurora y reencontrarse con el orden.
Eneas, paralelamente al viaje de Ulises a su patria, debe realizar su propio viaje, penetrar en su propia odisea, en un viaje hacia lo desconocido donde las fuerzas de la naturaleza se disponen a poner a prueba las capacidades del héroe troyano. Curiosamente a ambos héroes sienten que una densa y oscura nube se extiende sobre sus cabezas, como una turbia pesadilla, una sombra siniestra del Hades que le sigue allá por donde van, amenazándoles con el olvido y las ganas de regresar a sus orígenes, y si es posible , con la muerte final.
Nosotros no andamos tan lejos del periplo de Ulises o de Eneas, o ¿acaso la sociedad actual no se encuentra en el país de los lotófagos?
Eneas y Odiseo tienen mucho en común a la hora de poner en marcha sus viajes. Comparto el estudio del autor José Luís Calvo que refuerza mis reflexiones sobre el destino de los héroes y que comparto con vosotros:
Ambos tienen un único hijo: Ascanio/Telémaco.
Hay una divinidad que le protegen: (Afrodita/Atenea)
Hay una divinidad que impide que alcance su meta: (Hera/Poseidón).
El héroe encuentra dificultades para llegar a su destino: (Tracia, Creta, Sicilia, Dido/Calipso, Circe, Feacios).
Ambos reciben consejos de una adivina para descender al Infierno y recibir información más concreta sobre el desenlace final de su viaje y el futuro: Sibila/Circe.
Ambos héroes peregrinaron por muchísimo tiempo, conocieron lugares extraños y costumbres de muchos hombres y sufrieron también la pérdida de seres queridos.
Finalmente, alcanzaron el destino final: Lacio/Ítaca.
En su destino final ambos héroes tienen que combatir con el enemigo: pueblos itálicos/pretendientes.
Las huellas de un héroe están muy marcadas desde que comienza su odisea particular. La muerte amenaza en cada acción, en cada aventura, pero precisamente mediante el sufrimiento, la pérdida y la muerte de sus compañeros, el héroe, bajo su condición limitada, va adquiriendo grandeza y dignidad heroica. Esa luz interior va en aumento y ambos héroes no se encasillan como héroes trágicos. Ambos no luchan contra el destino, sino conforme a su destino.
Odiseo es puro carácter, irradia inteligencia, astucia, experiencia, es él mismo allá donde va. Su personalidad está llena de riquezas que se van revelando a lo largo de su viaje, siempre superándose ante cualquier adversidad, por muy cruel e injusta que fuera. Odiseo puede mostrar ternura y a la vez ira.
Cuando Eneas pone pie en Italia ya ha alcanzado su punto más alto de perfección, no comete errores. No tiene compasión cuando da muerte a Turno para hacerse con el poder y construir su nueva Troya. Afrodita consigue perpetuar el legado divino; Atenea ayuda a Odiseo a restablecer su microcosmos.
En ambos casos se da una reconciliación entre hombre-divinidad.
El ciclo iniciático ha finalizado.