El estoicismo: la serena seguridad del sabio.
El estoicismo, una de las grandes corrientes filosóficas de la antigüedad, surgió en Atenas al fusionar elementos de las enseñanzas socráticas y cínicas. No obstante, lo que lo distingue es su profundo componente teológico, que influyó de manera significativa en su cosmovisión.
Para el estoico, es esencial reconocer que el universo y la naturaleza están intrínsecamente gobernados y guiados por una razón divina y una voluntad superior. Esta creencia fundamental implica no solo aceptar el curso de los acontecimientos (el destino), sino también participar de manera activa y colaborativa en la realización plena de ese destino.
Esta concepción implica una profunda conexión entre el individuo y el cosmos, invitándolo a armonizarse con las leyes naturales y a cumplir su papel en el gran orden universal. Así, el estoicismo no solo proporciona consuelo frente a la adversidad, sino también una guía ética para vivir una vida virtuosa y significativa, en consonancia con la voluntad divina que rige el universo.